La última, intüida magnitud
en la que cesas, surtes y acrecientas
con savias fugaces, estrellas lentas,
un torrente que dura en la quietud:
¿no es ver la flor y oír las zarabandas
que sin ti se estremecen en la luz,
lo que te agosta y te verdece, cruz
viva, un cuerpo en vilo, un alma en andas?
Azahar, jazmín, dulzor atenazado,
Mendelssohn a primera hora estelar:
¿estará entonces todo en el lugar
estanco, acedo, y flotará a tu lado?
Disiente de esta danza el aire esquivo:
ella exalta y no suprime; él siembra
con tu peso el yermo donde tiembla
y se hunde un bajel no substantivo.