A Martín Ignacio Bortolussi

 

Elegía

 

„Aber Lebendige machen

alle den Fehler, daß sie zu stark unterscheiden.“

R. M. Rilke, Die Erste Elegie

 

 

I

 

 

 

Abdicas, y es el fulgor que te instaura

vivo, un suave surtidor negativo

en jirón regio de luz y de tu aura.

 

 

Te asilas, y aunque huido, estás cautivo;

nos manjolas, y en láminas de amor

fijo nos dejas, fundas fugitivo.

 

 

Inspiras con crecida a nuestro estiaje

la leve diferencia del sopor

en un trozo de pan y de paisaje.

 

 

¡Y arraigas, y transitas nuestro error!

 

 

 

 

II

 

 

 

Transverbera el aquí quien no está fuera,

de ajena sobriedad, propia embriaguez,

testimonia la carne y la madera.

 

 

Reitera el lujo irrepetible, tez

que en la esfera más vasta se prodiga,

única, atribuida, una y otra vez.

 

 

Se altera tu presencia y nos abriga,

estás ocupadísimo y demoras,

por mostrarnos el de la enemiga.

 

 

Más exacto, acumulas con las horas

la miel cierta, en panal que precipita

nuestro celo de abejas incoloras.

 

 

Y en prismas se apresuran, se dan cita

en las celdas tus mundos y labores,

tu azul necesario y la onda fortuita.

 

 

Adelantado en levedad, mayores

son los tiempos que integras y acompasas

a aún no adivinados espesores.

 

 

Porque incides en forma, no fracasas.

 

 

 

 

III

 

 

 

Con vivo hervor de públicas palomas

fruteció el íntimo suceso: fuiste,

y tu brillo abolió azar y axiomas

de los que el hado nuba y nos desviste.

Ígneo olvidaste la que ácueo retomas

danza incólume, tierra que subsiste

o música en que creces y te asomas

al baldío manjar, al aire triste.

Y es Ícaro que dura en la caída,

es Ignacio que cunde en nuestra vida.

 

 

Del eco el camino se espirala

y trunca el corazón sin tu concierto:

¡hijo de todos, hijo nuestro! cala,

siembra de voz el caracol desierto.

Cífrate en metal, signa la escala

que en sangre o nebulosa te hace cierto.

Y sé Orión, sé fanal de lo que ocurre,

y en la fronda resuélvete, y recurre.

 

 

Silabario del flujo de la fuente,

inequívoco rasgo de la llama,

Martín palmario, margen eficiente

de un curso que en sí mismo se derrama.

Criba esta nieve, arma este barro, siente

el afán siempre tributario, que ama

el filo del troquel, el perfil que huye

y al delta ulterior llama y restituye.

 

 

 

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